Decidí comenzar a estudiar el profesorado de lengua literatura, porque siempre amé escribir y leer. Pensé que me ayudaría a perfeccionar este arte, pero la realidad es que en el camino me encontré con muchísimas profesoras que no lo consideraban un arte la literatura, ni un trabajo bello a la docencia;sino un método de tortura o de descargo de sus enojos y frustraciones en la vida, con sus alumnos/as.
Es triste, pero cierto. Tuve muchos inconvenientes, sufrí(así como muchas de mis compañeras)la mal llamaba violencia simbólica...porque de simbólica no tenía nada.
Luego de recibirme, me vine a vivir a Río Negro, huyendo de algún modo de todo ese resentimiento. Resulta que la mayoría de los docentes que aquí trabajan, también provienen y han estudiado en el mismo instituto superior que yo, y no parecen haber aprendido a hacer algo diferente a lo que estas profesoras hacían.
Al llegar, inmediatamente comenzaron a hacerme "pagar piso"( sigo pagándolo aún después de 5 años) y me asignaron un taller en dos escuelas primarias; entiéndase que yo debía armarlo, organizarlo y dirigirlo. Una colega, con muchísimos años de antigüedad, lo único que debía hacer era verificar que los elementos necesarios para realizarlo funcionaran.
Yo al haber sido tan presionada, solía levantarme a las 5 am. para preparar actividades innovadoras(por que siempre algo malo había en todo lo que yo hacía). En una de esas actividades para mis prácticas yo arme un tutorial o guía con diapositivas para crear un cuento policial, con imágenes y frases disparadoras. cuando lo presenté, tanto alumnos, como docentes se fascinaron, venían a verlo inclusive gente que no debía estar en la clase.
Utilicé ese trabajo, pues no había más tiempo. Al llegar al sitio en donde realizaríamos el primer taller, todos estaban nerviosos, mi colega histérica y...nada funcionaba, ella nunca fue con anterioridad a verificar nada.
Con calma, solucioné los problemas(nada había sido utilizado con anterioridad, así que había que instalar todo).
El taller comenzó y ¡nos divertimos mucho! Los chicos, que estaban divido en grupos, me solicitaban ayuda, se reían. Al principio costó, pero con un poco de ayuda, todos fueron muy creativos.
Las producciones y el momento de compartirlas fue hermoso. Todos, ellos y nosotras nos maravillamos con los cuentos que produjeron. Ninguno era igual a otro a pesar de que los datos que poseían eran iguales.
Al año siguiente, recibí a la mayoría de estos adolescentes y con mucho amor y alegría recordaban aquel taller que estimuló su confianza y creatividad....y se acordaban de mí con una gran sonrisa.
Pienso que a pesar de que nos maltraten, nos hostiguen o intenten hacer que perdamos las ganas de avanzar, uno jamás debe darse por vencido. Enseñar con amor, genera que uno reciba amor y eso es lo único que importa. Amo mi trabajo, amo aprender y enseñar. Eso es lo que deseo transmitir y mis alumnos lo entienden, me devuelven lo mismo y así el trabajo se convierte en algo grato.
Aprendí que uno debe revertir lo malo que sucede, para que no se genere una cadena negativa y de resentimiento que puede nunca acabar o en el peor de los casos acabar con uno mismo. Esas profesoras que no aman su labor, desconocen esto y perpetúan, vaya uno a saber por qué razones el desprecio por la educación de calidad y ejercida con vocación .
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